martes, 27 de noviembre de 2007

La comunidad tenía razón


Paras y militares habrían actuado juntos en la masacre de San José de Apartadó. Tanto, que la semana pasada fue capturado un capitán del Ejército.
Fecha: 11/24/2007 -1334 En febrero de 2005, cuando la comunidad de paz de San José de Apartadó dijo que miembros del Ejército habían participado en la masacre de la vereda La Resbalosa, donde dos familias fueron cruelmente asesinadas, casi nadie les creyó. Resultaba increíble que miembros de las Fuerzas Armadas hubiesen participado en el crimen de siete campesinos, de ellos tres eran niños, dos de los cuales fueron degollados, y el otro, decapitado. Pocos les creyeron, porque las Fuerzas Armadas intentaron demostrar que sus hombres no estaban en el sitio de los hechos, y más bien echaron a rodar la versión de que las denuncias de sus voceros, Gloria Cuartas y el padre jesuita Javier Giraldo, hacían parte de la 'guerra política' que supuestamente desarrolla la guerrilla contra las instituciones.Pero tres años después, parece que la justicia empieza a demostrar que la comunidad tenía razón. El pasado miércoles, un fiscal de la unidad de derechos humanos le dictó medida de aseguramiento al capitán del Ejército Guillermo Armando Gordillo Sánchez por ser coautor de homicidio, concierto para delinquir y terrorismo. Gordillo era el oficial a cargo de la compañía Alacrán, adscrita a la Brigada XVII con sede en Urabá. Él y sus hombres patrullaban en la región cuando ocurrió la masacre. Y aunque ante la Fiscalía aún alega su inocencia, los testimonios y las pruebas que lo incriminan son bastante contundentes.

lunes, 5 de noviembre de 2007

LA HECATOMBE



La hecatombe
Antonio Caballero hace en este texto su reflexión sobre el significado de la palabra usada por el presidente Álvaro Uribe para explicar en cuál evento estaría dispuesto a buscar otra reelección.
Fecha: 11/03/2007 -1331 La palabra "hecatombe", que suena exagerada y rebuscada, parece sin embargo apropiada en boca de un ganadero: es el sacrificio propiciatorio de 100 bueyes bien cebados en honor de los dioses. O sea, traducido a términos locales, hecatombear consiste en mandar matar un par de terneras y ponerlas a asar ensartadas a la llanera en vísperas de elecciones para que los peones de la finca vayan a votar como toca. Hecatombe es una palabra que huele a campo, en boca de un finquero. Y también suena natural, precisamente por su exageración apocalíptica, en boca de un político que se siente señalado por la providencia para la salvación de su pueblo, proponiendo como términos únicos de la alternativa ese "yo o el caos" que lleva implícita la amenaza del caos en el caso de que lo escogido no sea el yo. Una palabra que huele a miedo. Así que se oye bien en los labios del presidente Álvaro Uribe, que es un ganadero mesiánico, un Mesías rural. La pronunció en estos días, al anunciarles a sus paniaguados políticos que en caso de que ocurriera una hecatombe él estaría dispuesto a sacrificarse otra vez pidiéndose a sí mismo nuevamente prestado por cuatro años a la señora Lina para ofrendarse en el altar de la patria durante un tercer período presidencial, completando así, de entrada, 12 años en el cargo. Y puso, como suele, a adivinar al país.